La historia de la lectura: Parte 3
De la ilustración al presente
En la tercera y última parte de esta apantallante historia, repasaremos la lectura desde principios de los años 1800, durante un periodo de insurrecciones e inestabilidad política, hasta la actualidad, una época donde, tristemente, el hábito se ha visto eclipsado por otras alternativas. ¡Empezamos!
Fuente de la foto: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
De la Ilustración al Romanticismo
Al llegar el año 1800, la Ilustración dejó su marca en el mundo. Las 13 colonias británicas ahora eran los Estados Unidos de América, Francia se deshizo de sus reyes, y las colonias hispanoamericanas también estaban empezando a considerar la independencia. ¡Hurra! La literatura pertenecía nuevamente a los intelectuales. De la Ilustración surgió, a mediados del siglo XIX, un nuevo movimiento: El Romanticismo.
Repasemos primero, ¿Qué valoraba la Ilustración? Fácil: El poder del individuo, la mente humana, y el razonamiento crítico. ¿Y el Romanticismo? Era básicamente lo mismo, pero iba un paso más allá. Si la Ilustración dice que observes, razones y hagas preguntas, el Romanticismo dice que, además, se vale confiar en lo que vá más allá del entendimiento humano, en el poder de la naturaleza, la voz del mundo físico, y que este es un gran maestro.
¡Ahora no solo se centraba el foco de atención en el ser humano, si no también en el mundo natural que existe a su alrededor y el cual es incapaz de controlar!
Walt Whitman, estadounidense quien, además de poeta, fue también enfermero voluntario, es considerado el padre del romanticismo. Sus poemas retratan una conexión inexplicable con la naturaleza. “Una hoja de hierba”. “Una araña paciente y silenciosa”. “Me celebro y canto a mí mismo”.
Si te gusta meditar bajo la sombra de un árbol, hablarles a las rocas, y ver como la araña teje su red y atrapa su presa, ¡eres como Whitman! En México, José Joaquín Fernández de Lizardi, el autor de la novela El Periquillo Sarniento, se considera el máximo exponente de la corriente.
*crédito del gráfico Morales de los Ríos on Flickr
¿Quién no recuerda a Gustavo Adolfo Bécquer? “Volverán las oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar…” Y, por último, está Emily Dickinson, una de las primeras mujeres a la cual se le reconoció su trabajo como poetisa. Como dato curioso, en mi grupo de amigos escritores, tenía una amiga que escribía poemas tan personales y reflexivos, ¡que siempre le decía que podía ser la próxima Emily Dickinson!
foto: sparknotes.com
Realismo: De la vívida imaginación a la cruda realidad
El realismo es el contrapunto del romanticismo. El romanticismo prefería la fortaleza de la creatividad y la vívida imaginación. El realismo, por otra parte, prefería la cruda realidad.
¿Han escuchado el término Nihilismo? Se refiere a una corriente filosófica que desdeña todo lo que está considerado como verdadero, argumentando que la vida no tiene sentido, y que la existencia es fútil. Si le preguntaras a un nihilista su opinión de la vida, te diría, “no hay momentos buenos ni malos, todo pasa como debe pasar. No podemos ser mejores o peores de lo que ya somos y, de hecho, ni siquiera vivimos, sólo existimos. Así que siéntate con tus palomitas y tu refresco y se un simple espectador; y no intentes cambiar nada, porque el cambio es fútil”. Suena heavy, ¿verdad? Pero, la verdad, ni quién los culpe.
Entre las dos Guerras Mundiales, en la década de 1920, surgió una nueva generación de jóvenes artistas, conocidos como “La Generación Perdida”. A esta corriente literaria pertenecen escritores como Ernest Hemingway o F. Scott Fitzgerald, quienes, en lugar de dar cabida a la imaginación, retrataban la realidad exactamente como era. Es fácil ver su desilusión en su obra; los personajes viven ilusionados pero esas ilusiones son pura fantasía; en el crudo orden de las cosas, están en una trampa, una trampa de la cual no salen y les ocasiona un trágico desenlace. El Gran Gatsby (novela de la cual ya hablamos en esta campaña), es un buen ejemplo. Poetas como T.S. Elliot, William Butler Yeats, y James Joyce, y escritores como Gustave Flaubert, Fiodor Dostoievski, y Emile Zola, pertenecen a la corriente literaria del realismo. Es fácil darles la razón a estos jóvenes desesperanzados, pero aquí te va un consejo: No seas nihilista. Disfruta del bien que aún queda en el mundo y no pierdas la esperanza, pues es lo último que debería perderse .
Último siglo: Un triste desplazamiento
Podría decirse que, a pesar de todos los grandes autores y todos los grandes títulos (Orwell, Faulkner, Agatha Christie, Silvia Plath), la era dorada de la literatura ya pasó.
Son muchos factores los que contribuyen a esta triste conclusión. Por un lado, empezando desde la Segunda Guerra Mundial, y hasta la actualidad, ha habido muchos dictadores (Hitler, Stalin, Franco, Pinochet) cuyo máximo terror es…un pueblo educado. Por eso todos ellos tomaron cuentas en el asunto. Combina esto con la llegada de la televisión, los sistemas caseros de video, y otras alternativas de entretenimiento, en lugares en donde no había dictadores.
Por esto ahora la gente lee mucho menos que lo que leían hace 500 años con la imprenta, o 200 años con el boom de la poesía imaginativa. Depende de nosotros preservar el sano y recompensante acto de la lectura. Sólo leyendo, informándonos, y teniendo una mente renacentista, podemos crear un mejor futuro para la humanidad y el mundo.
Conclusión
Y con esto, terminamos esta increíble historia de la lectura. Resulta apantallante ver cómo pasamos de pinturas rupestres en las cuevas, a sistemas de leyes escritos, a diversas corrientes literarias; 10,000 años de historia en registros de lenguaje que, a pesar de la nueva realidad, siguen siendo relevantes y demostrando como la lectura no es solo un hábito, si no parte de nuestra historia.
*** foto: Instagram
Fuentes
De verdad que disfruto mucho tu escritura!!!! Felicidades.