Narrativa ficticia, escrita a modo de entrada de blog.
DÍA 72
8:10 a.m.:
Esta ciudad…está muerta. No hace falta ser un genio para darse cuenta. ¿Los grandes teatros y museos? Cerrados. ¿Las calles? Repletas de basura, y el camión quien sabe donde esté. ¿La atmósfera? Gris e insípida. Y luego estoy yo. Llegando al trabajo 10 minutos tarde; si me retraso un día más, el jefe me despide. Y tengo renta que pagar y acreedores a los que satisfacer. No quiero terminar en las calles. Pero ¿qué más puedo perder? Mi esposa llenó el divorcio, sus abogados se llevaron a mis hijas y todos se trasladaron a una nueva ciudad; si pierdes eso, lo más valioso de tu vida, el departamento, y todo lo demás, es lo de menos. Pero bueno, mejor empiezo a complacer al sistema, y al rato actualizo.
12:05 p.m.:
Voy caminando por las calles, chiflando. Es el descanso para el almuerzo. Estoy en mi cafetería favorita. De fondo, en la radio, se escuchan covers de Madonna instrumentales a modo de lounge por parte de The Cooltrane Quartet. El jazz suave es mi música favorita. Por fin algo de relajación, creo que a partir de aquí todo será más tranquilo. Me pongo a leer los titulares. “Museo cultural será derrumbado y convertido en fraccionamiento”. ¿Qué no se suponen que el periódico da noticias? Aquí ya nada es nuevo, ya nada sorprende. Enrollo el periódico, lo tiro a la basura, y sigo almorzando.
4:00 p.m.
Un día más de trabajo ha terminado. No podría estar más agotado. Las diatribas de mi jefe, hablando de que siempre llego tarde y no me importa el trabajo, no podrían tenerme más harto. Si a mí no me importa el trabajo, entonces a él no le importan la compasión, ni la bondad, ni los valores humanos, sólo el dinero. Como sea, voy al único lugar (en estos tiempos) donde estos valores aún importan: La librería.
Tomó mucho trabajo a los activistas reunir las 10,000 firmas necesarias para convencer al ayuntamiento de no demoler la librería para construir una fábrica industrial en su lugar. Entro, e inclusive ahí dentro, todos me reciben con sequedad, apagados. Parezco ser el único levantado de espíritu.
4:25 p.m.
Llevo ya casi media hora, revisando volumen, tras volumen, tras volumen. Me parece impresionante que, en medio de tan pesimista ambiente, aún haya un lugar dedicado a conservar todo aquello que se perdió.
Empiezo a fascinarme con una novela caballeresca, con espadachines y caballos; para después pasar a la historia de un joven que espera a su amada, todos los días en el mismo bar, hasta que ambos se reúnen. De pronto, como por arte de magia, me olvido de todo: Del divorcio, del trabajo, de mi jefe, de la basura en las calles…y como que me transporto. Mientras voy leyendo, me vuelvo partes de los textos que leo.
6.29 p.m.
Salgo de la librería tras dos largas horas de devorar papel. Me pongo a pensar: Eso fue alucinante. Y luego regresan a mi mente todas las imágenes negativas de esta ciudad, y de mi propia vida. ¿Será que yo hice algo mal? ¿Será que yo mismo me dije que no? Puede ser. Aún en medio de tanto gris y tanta depresión, hay color y esperanza. Y yo mismo me incluyo dentro de lo gris, porque dejé que un divorcio me sacara de onda. Como dice la cita , yo entendía todo sobre literatura, excepto que no sabía realmente como disfrutarla. Supongo que me concentré tanto en sobrevivir que me olvidé de vivir. Y hoy, por al menos dos horas, logré vivir realmente, a través de volúmenes impresos de tinta y papel.
8:50 p.m.:
Mi mente no deja de pensar en el día que me negaron la entrada a la universidad debido a que, si bien saqué todos los puntos en el examen de opción múltiple, no pude contestar el ensayo que me pedían (y el no poder entrar a la universidad fue lo que me obligó a aceptar este monótono trabajo en primer lugar). La pregunta que hacía era así, “Describe una mala experiencia que hayas vivido, y los pasos que tomaste para revertirla y convertirlo en algo positivo.” Yo creo que, justo hace unos minutos, estaba viviendo esa experiencia. Ser un hombre sin vida, en medio de una ciudad sin vida, donde ya no importa nada más que lo que produce dinero y te obliga a ser ingenuamente complaciente. ¿Y cómo podemos revertir esta crisis? Yo ya he empezado a hacerlo, leyendo.
Cuando perdí a mi familia, creí que no podía perder nada más, pero ahora me doy cuenta de que he sido egoísta al fijarme solo en lo que yo he perdido; resulta que mi comunidad ha perdido mucho más que yo. Tomará tiempo para que se recuperen los valores humanos, la cultura, y el gusto por vivir, pero hay una luz al final del túnel. Cuando te sientas atrapado o desilusionado con la vida, busca esa luz y empieza a caminar, hasta tocarla, hasta hacerte uno con ella. De esa manera, descubrirás que aún de lo negativo se puede sacar algo positivo. La esperanza es lo último que debe perderse, y los libros…es lo primordial que debería conservarse. Solo así, podemos lograr que esta página en blanco…deje de estar en blanco.
(Nota a mí mismo: Mandar esta entrada a la universidad que me rechazó, aún no es tarde para renunciar a mi trabajo, empezar desde cero, y devolver la vida a mi comunidad).
FIN DE ENTRADA
Ricardo Rivera, agente de seguros y (con suerte) futuro estudiante de literatura y lengua.
Fuente de la foto:
https://www.literato.es/p/NzExNw/, 22 de septiembre de 2021.
Buenísimo, realmente disfruto leerte.