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  • Foto del escritorSEBASTIAN DIAZ

Juanito el narcoléptico




Juanito es un niño de 11 años al cual le fascina la escuela y los libros. Juanito padece una rara condición llamada narcolepsia. Esto significa que continuamente siente sueño durante el día, debido a una condición del sistema nervioso, y siempre cae dormido en los momentos menos oportunos. La mayoría de estos momentos son en las clases; Juanito es dotado y va a una escuela especial para niños como él. Un ambiente muy competitivo puesto que todos son igual de aplicados que él, y en el que teme que su condición le impida desarrollar al cien su potencial. Pero además de su narcolepsia, Juanito tiene una gran imaginación, y es capaz de relacionar los libros que lee en la escuela a la fantasía y recrearlos en sus sueños.


Actualmente, estamos en medio de la clase de historia, la maestra está contándoles a los niños sobre el humanismo.


Maestra Bernardo: Y es así como en el siglo XIX una nueva forma de pensar surgió entre las masas…


Como es habitual (de hecho, ya a nadie en el salón le sorprendía), la narcolepsia de Juanito comienza a hacer efecto. A medida que cierra los ojos y baja la cabeza, su lápiz cae al piso. Al caer dormido, Juanito se encuentra nuevamente en su subconsciente. De pronto se topa con otra persona. Un hombre, un hombre con lentes, traje, y peluca pasada de moda. ¡Es Benjamin Franklin, uno de los mayores humanistas de la historia!

Benjamin Franklin: Hola, Juanito.


Juanito (sorprendido, lo reconoce): ¿Benjamin Franklin?

Benjamin Franklin: Así es, soy yo.

Juanito: ¿Qué estás haciendo en mis sueños?

Benjamin Franklin: He notado que tienes narcolepsia y te quedas dormido en las clases.

Juanito: Pues sí, pero, no hay nada de malo en eso, ¿verdad?

Benjamin Franklin: Por supuesto que no, Juanito. Tu potencial académico no tiene nada que ver con ninguna condición que tengas. La narcolepsia no te hace más o menos inteligente. De hecho, aún mejor, pues tus sueños son los mejores libros que podrás leer.

Franklin le entrega a Juanito una pluma y un libro en blanco.

Juanito: ¿Y esto para qué es?

Benjamin Franklin: Me gustaría que escribas tu propia historia. No hay reglas, no tiene que ser gramaticalmente perfecto, pero sí hay un límite de tiempo: La cantidad de tiempo que pases dormido.

Juanito: ¿Tú quieres que yo escriba mi propio libro? (Ve que Franklin asiente). Pero ¿de qué va a tratar?

Benjamin Franklin: No hay reglas sobre el tema. Se tan original como quieras. Pero si quieres una sugerencia para el tema, te recomiendo que escribas sobre el poder de la lectura. Y de verdad es recomendable que termines antes de despertar. ¡Imagínate cómo sorprenderías a todos en tu escuela si presentaras esta historia en frente de la clase!

Juanito reflexiona y se da cuenta que el viejo Franklin tiene razón. Franklin saca su reloj de bolsillo.

Benjamin Franklin: Tu tiempo comienza ahora. Mucha suerte, Juanito. Y da rienda suelta a tu imaginación.

Franklin desaparece en una especie de destello cósmico o mágico. Juanito se sienta bajo un árbol y, tras una breve lluvia de ideas, finalmente empieza a escribir. Juanito va narrando, mientras sigue parado bajo el árbol, pero no lo vemos a él, si no la acción de la trama que se desarrolla mientras narra.


Juanito (V.O.): Todo empieza hace no mucho tiempo, de hecho, hace menos de dos años, en un pueblo en Europa. En ese pueblo se estaba llevando a cabo una reunión de intelectuales.


Vemos en esta reunión a varios grandes nombres de la ciencia como René Descartes, Isaac Newton, Galileo Galilei y Blaise Pascal. Todos ellos están en lo que parece ser una sala de conferencias, con sillas y un gran escritorio en donde reposan sus tazas de espresso. Detrás de ellos se encuentra enmarcada la Tabla Periódica. Descartes tiene la cara cubierta con el periódico que está leyendo; la primera plana dice, “Ignorancia vs. Intelectuales: Una Apretada Batalla”. El lugar de Europa en el que se está celebrando el simposio parece ser Suiza.


Juanito (V.O.): Durante años, los hombres de letras, ciencia y matemáticos han sido los encargados de combatir la pobreza, el analfabetismo, y la ignorancia en el mundo.


Newton: La Ignorancia es una enemiga dura, pero descuiden, mis colegas científicos. Creo que ganaremos.


Galileo: No estoy tan seguro. ¿No han oído sobre esto que todos llaman TikTok? Parece ser el segundo cerebro de los jóvenes.


Descartes: Tenemos tres pedazos. Solo nos faltan tres.


Juanito (V.O.): Los Intelectuales están buscando los tres pedazos que faltan para completar la Gema de la Verdad, una obsidiana que, de ser completada, lanzaría un rayo mágico lo suficientemente poderoso como para neutralizar el efecto de la Ignorancia a nivel global.


En ese momento, las tazas de café empiezan a temblar, alertando a los Intelectuales. Entran Diderot y Pitágoras, otros dos miembros del grupo, quiénes se ven alarmados y están corriendo, huyendo de algo o alguien.


Pascal: ¡Dide, amigo!

Descartes: Pitágoras, ¿qué pasa?


Diderot, Pitágoras (al unísono): ¡Eso!


En ese momento, una sombra negra se manifiesta adentro del lugar, interrumpiendo la reunión. La sombra avanza, adquiriendo una forma más corpórea, así como ojos color rojo sangre. La criatura empieza a disparar un láser desde sus ojos, con la intención de desintegrar todos los libros de los Intelectuales, y destruir el conocimiento para que reine la Ignorancia. Los Intelectuales forman un círculo en el suelo, se toman de las manos, y cierran los ojos, preparándose para su final.


Pascal: Hay que conservar la calma.


Pitágoras: Así no es como muere Grecia.


Juanito (V.O.): Todo parecía perdido, pero en ese momento…

Sin embargo, antes de que algo fuese desintegrado, alguien escuda a los Intelectuales y usa un espejo para revertir el efecto del láser, causando que vuelva hacia la sombra y la desintegre. El misterioso héroe es, en realidad, una versión ficticia de Juanito, un alter ego heroico que él se inventó: Adulto, musculoso, y de voz profunda. Galileo, quien es algo melodramático, no deja de gemir, aun cuando la amenaza haya pasado.


Galileo: ¡Es el fin! ¡El fin! ¡El fin!


Newton: Mi amigo italiano, no es el fin. Mira (apunta a Juanito).


Descartes: El hombre del espejo nos salvó a todos.


El Hombre Del Espejo: En efecto, y de hecho así me llamo (a la audiencia). No se me ocurrió un mejor nombre para mi personaje.


Diderot: Realmente nos serviría a alguien como tú en nuestro equipo.


El Hombre Del Espejo: Normalmente trabajo solo, pero…maldita sea, es hora de que aprenda a trabajar en equipo.


Galileo: Necesitamos tu ayuda para encontrar los tres pedazos faltantes de la Gema de la Verdad.


El Hombre Del Espejo: ¿Y acaso se verán así? (Saca algo de su bolsillo: ¡El cuarto pedazo de la Gema! Los Intelectuales están boquiabiertos).


Newton: ¿Pero…cómo?


El Hombre Del Espejo: Logré ganárselo a un Guardián de Ignorancia, en una competencia de deletreo. La apuesta era que si él perdía debía entregármelo.


Sin más, Descartes toma el pedazo de la Gema y lo coloca con los otros tres sobre un cetro. El pedazo brilla al ser colocado.


Sócrates: Este hombre es increíble.


Pascal: Correcto, pero no celebremos prematuramente. Nos faltan aún dos pedazos, y no queda mucho tiempo antes de que la sombra se regenere e impida que los consigamos. Sugiero que empecemos la búsqueda de inmediato.


Juanito (V.O.): Y así comienza la búsqueda.


Newton envuelve el cetro y los pedazos en una manta y los toma en la mano. Todos salen corriendo hacia el exterior del edificio y salen al pueblo, que es relativamente pequeño. Tras algunos minutos de búsqueda, encuentran el quinto pedazo, atorado en la cima de un árbol.


El Hombre Del Espejo: ¡Ahí está, el quinto pedazo!


Diderot: Correcto, pero ¿ahora cómo lo bajamos?


Newton: Parece que es una prueba de inteligencia, mi querido amigo francés. ¿Cómo bajamos el pedazo del árbol sin talarlo ni hacerle daño?


Tras pensar un poco, a Pitágoras se le ocurre una idea. Empieza a sobar y masajear al árbol en el tronco. El árbol reacciona al estímulo y empieza a mecer su frondoso follaje, ¡haciendo que el pedazo caiga desde arriba! Newton rápidamente lo agarra y lo junta con los otros,


Descartes: Bien pensado, Pitágoras.


Pitágoras: Recordemos que los árboles son seres vivos, y como todos los seres vivos, ¡reaccionan a los estímulos!


Solo les falta un pedazo para completar el orbe. Su búsqueda los lleva al planetario.

Galileo: ¡Bien, amigos científicos, nos falta un pedazo más y ya!


El Hombre Del Espejo: ¡Lo veo!


El pedazo está en los anillos de Saturno. Cuando van a agarrarlo, sin embargo, son bloqueados por la misma sombra negra de antes, que se ha regenerado.


Descartes: ¡Ay, no!


Newton: ¡No nos rindamos! Podemos con esto. Hombre Del Espejo, pásame tu arma.

La Ignorancia empieza a disparar el láser, pero esta vez…¡el espejo no hace efecto! Parece que la criatura se ha fortalecido. Galileo se apanica.


Galileo: ¡Lo sabía, es el fin! ¡No puedo morir! ¡Soy muy joven y bonachón cómo para morir!

Pascal: Los astrónomos no hiperventilan.


De pronto, Newton tiene una idea. Aprieta un botón en el piso y este produce una pantalla que muestra un montón de datos científicos…sobre sus propias leyes de la gravedad. La Ignorancia está abrumada con tanta información verídica frente a ella y trata de reemplazarla con información falsa, pero no lo logra. Con la Ignorancia distraída, Newton furtivamente pasa por detrás de la sombra, agarra el último pedazo, los junta todos, ¡y se completa el cetro! Se lo muestra a la Ignorancia y esta se alarma.


Descartes: Necesitamos combinar todos nuestros objetos brillantes para desintegrar a la Ignorancia. Yo tengo mi escuadra de plata, ¿y ustedes?


Newton: ¡Mi prisma!


Galileo: ¡Mi lente de telescopio!


Todos juntan sus elementos, y en cuanto la Ignorancia dispara su láser nuevamente, ¡este se disipa ante el poder de los brillos combinados! La Ignorancia ruge a medida que es desintegrada definitivamente. Un fragmento pequeño de esta intenta escapar, pero Descartes lo aplasta con su pie, matando a la Ignorancia definitivamente. Ante su triunfo, todos celebran.


Galileo: ¡Lo logramos! ¡No morimos! ¡No morimos!


El Hombre Del Espejo toma el cetro.


El Hombre Del Espejo: Bien, Gema, haz lo tuyo.


Suena “Starlight” de Muse mientras el cetro activa su magia. De la obsidiana del centro sale el espectro de los siete colores, que se esparce por todo el pueblo y en las mentes de los habitantes a los que la sombra había afectado, reemplazando la ignorancia con iluminación. Todos los libros que el láser había desintegrado se reformulan y la gente empieza a leerlos. El periódico que estaba leyendo Descartes al principio cambia de titulares: “Ignorancia destruida; el conocimiento regresa al pueblo.”


Volvemos al árbol, Franklin observa como Juanito termina su historia.


Juanito: Y todos vivieron iluminados y educados para siempre. El fin.

Benjamin Franklin: Excelente trabajo, Juanito. La mejor historia del mundo.

Juanito: Gracias, Benjamin.

Benjamin Franklin: Muy bien, estás a punto de despertar. En cuanto truenes los dedos, regresarás al salón de clases.

Y así sucede. Dos horas después de despertar, Juanito está en su clase de español recitando su historia en frente de la clase.

Juanito: La Ignorancia fue vencida, y todos vivieron iluminados y educados para siempre. El fin.


La clase le da a Juanito una ovación por su historia. Benjamin Franklin observa esto desde afuera de la ventana de la clase, y le habla al público terminando la obra.

Benjamin Franklin: Recuerden, jóvenes. Los libros y la lectura son las principales herramientas para combatir la ignorancia y reemplazarla con conocimiento. Mientras tengan un libro en sus manos serán gente de provecho y gente de bien. Así que nunca dejen de leer. Buenas noches.


Franklin chasquea los dedos y desaparece. Debajo de él, aparece la palabra FIN mientras cae el telón.


*copyright Sebastián Diaz 2021


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